lunes, 23 de noviembre de 2015

Capítulo noveno: "Ikiru: Vivir" o el hombre terminal.

Cuando pensamos en el cine de Akira Kurosawa, nos vienen a la memoria imágenes épicas de sus famosas películas de samuráis y olvidamos que también es el director de no pocas joyas de corte más intimista y social, revelándose como un agudo observador y narrador de la sociedad nipona de su época. Son historias satíricas o reflexiones críticas de una sociedad, un mundo, que aunque lejano del nuestro, no parece tan diferente; podemos observar pues nuestros mismos defectos occidentales, puede que también las mismas virtudes, es por esto que muchos críticos consideran a Kurosawa como el director japonés más occidental (no sólo por la puesta en escena de sus películas, sino también por el trasfondo humano de historias).
 Pues bien, una de esas reflexiones o cuento moral, como me gusta a mí llamarlo, es "Ikiru", "Vivir" en la versión castellana. He mencionado su influencia occidental, esta historia me recuerda mucho a Charles Dickens en su "Canción de Navidad", recupera el mismo tono de sátira social y narra igualmente una bella historia de redención. Desde aquí se la recomiendo a todos los públicos con sensibilidad. Es también puro "Kurosawa", me refiero a la utilización de un montaje dinámico, sentido del espacio escénico, retrato de unos suburbios para nada turísticos ni complacientes, y por supuesto, la interacción dramática de los efectos atmosféricos en la historia, en este caso la nieve (excelente y poética escena la del columpio, justamente mítica). Ahora que pienso, los efectos atmosféricos siempre han estado muy presentes en el cine nipón (aparte de la radioactividad de Godzilla claro), en especial en el cine de animación, ahí están (todas) las pelis del estudio Ghibli de Hayao Miyazaki, o las exquisitas películas de Mokoto Shinkai con "El Jardín de las Palabras" a la cabeza... bellísima en lo plástico, la recomiendo sin reservas.

Hoy toca retratar al triste y gris funcionario Watanabe de Vivir (1952) que en la peli lo encarna un extraordinario Takashi Shimura (realmente llega a emocionar con su composición), reputado actor de impactante expresividad que trabajó con los grandes del cine japonés, además de Kurosawa, aunque yo lo recuerdo más de algunas películas de Godzilla, en especial "Japón bajo el terror del monstruo" y "Mothra".


He escogido para realizar el retrato la técnica de mancha a carboncillo que se ajusta muy bien a las imágenes en blanco y negro de la película. Una mancha a carboncillo está a medio camino de la pintura y el dibujo. Hay que difuminar intentando crear una rica variedad de texturas y gamas de grises, procurando no dejar líneas ni contornos.
Para ello selecciono un buen soporte, un pliego de papel Guarro Ingres de 50x70cm. Montamos la cartulina sobre una superficie lisa y dura. un Ingres se puede trabajar por los dos lados, pero si lo que queremos es sacar el mayor partido a la técnica, es mejor colocarlo por la cara en la que se pueda leer la marca de agua al derecho.
Se realiza una primera valoración tonal, siempre usando un carboncillo "limado" con un papel de lija para quitarle las asperezas que puedan rayar el papel, que es muy frágil, se daña o mancha con mucha facilidad. Hay que trabajar con cuidado.


Yo utilizo un tramado de líneas muy suaves con un carboncillo mediano. Intento encajar la figura a través de manchas de color, no de líneas de contorno. Mancho las zonas más oscuras, (es mejor ir de menos intensidad a más), chaqueta, cabellos, corbata, e intento no tocar las zonas más iluminadas. Si oscurezco por error estas zonas o me paso de tono, después es muy difícil borrarlas. A continuación difumino con una esponja (también se puede utilizar un paño, un difumino convenientemente tratado o incluso las manos), de manera suave, para no dañar la superficie del papel.


Repito la operación hasta conseguir el tono buscado, el resultado será muy difuso, poco a poco iremos concretando las formas, para ello hay que sacar las luces o tonos más claros y modelar los volúmenes intentando crear gran variedad de tonos de grises, sin olvidarnos de trabajar la materia de modo que consigamos texturas interesantes. Lo bonito del carboncillo es que se puede conseguir una rica y pictórica textura final mezclando el difuminado con paños o esponja y la creación de volúmenes borrando el carboncillo aplicado con el dorso de los dedos o las manos, la textura resultante es fabulosa si se hace con limpieza.



Al limpiar o borrar con los dedos o paños el exceso de carbón debemos dibujar la forma que nos interese resaltar, nunca debemos aplicar goma de borrar sobre las zonas manchadas (se puede hacer al final del proceso en zonas puntuales) ya que mancha el papel. Cuando el papel, que es muy esponjoso, ya no admita más carbón y no hayamos conseguido el tono de negro que buscamos, se puede realizar un ligero fijado intermedio e insistir después con más carbón, (importante no usar laca Nelly).



Un trabajo a carboncillo se puede llevar a un nivel de detalle aún mayor del que yo he dotado a mi dibujo. Para ello, tras un fijado que consolide los tonos conseguidos, deberíamos pulir los detalles utilizando lápices carbón de distinta dureza (que yo no he usado), con los que se puede conseguir un nivel de precisión mayor. Aunque yo soy partidario de no sobrecargar de detalles y datos excesivos el trabajo, puede resultar algo duro o frío, es mejor que resulte atmosférico y pictórico, por ello es mejor trabajar zonas clave y dejar otras de descanso visual...


Watanabe
logró redimirse al final de su existencia, cuando supo con certeza que su final estaba cerca. Su vida hasta entonces había sido gris e insulsa, jamás había ayudado a nadie, refugiado tras un muro de hipocresía y toneladas burocracia inútil, era un paria, un ser sin alma...
Pero un día, un parque lo cambió todo. Una fría noche de invierno, caen pequeños copos, un bonito columpio está brillando bajo la nieve, es hora ya de disfrutar de la vida.

Y en próximas entregas más carboncillo, más cine, que me encanta...



Khaleesi y Roy Batty ya habían aparecido en alguna ocasión por este blog, me deben gustar mucho para sacarlos tanto... En cualquier caso también me gusta dibujar con carboncillo, hay que mancharse un poco, pero merece la pena. En próximos capítulos hablaré de los difuminos, ya sabéis que no se deben utilizar como salen de la tienda, es decir, más duros que una piedra...



2 comentarios:

  1. Saludos al "pintor del maletín..." que en su última entrada nos deslumbra como "dibujante" de carboncillo... Me llama la atención que en la descripción hables de "...trabajos a carboncillo que resulten atmosféricos y pictóricos..." y se me ocurre esta pregunta ¿existen límites entre el dibujo y la pintura? y si la diferencia radica en el color... ¿hay dibujos con color, no? ¿entonces ? ;) ;)
    Me encantan esos retratos que haces con el fondo blanco neutro que convierte a los personajes casi en "trascendentes"...
    Finalmente una pregunta "mundana" en cuanto a la técnica del carboncillo, ¿desde el punto de vista académico en un dibujo podría dejarse carbón sin difuminar?

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    1. Hola José Luis, muchas gracias por tus siempre interesantes comentarios, me gustan los fondos blancos, como bien dices, redimensionan el modelo, es interesante trabajar el dibujo de dentro a fuera. En respuesta a tus preguntas te diré que para mí, este tipo de dibujos a mancha están más cercanos a la pintura que al dibujo, como bien dices, el carbón es también color. Pienso que incluso un dibujo realizado exclusivamente a línea igualmente se puede considerar una pintura o resultar pictórico, muchas veces los márgenes son muy difusos.
      Creo que con los dibujos a carboncillo, académicos o no, se pueden crear muchos efectos y texturas, depende del motivo, algunas veces es interesante difuminarlo todo para imitar texturas determinadas y otras se pueden dejar zonas sin difuminar para potenciar algún efecto o conseguir algún tono de sombra más profundo. Recuerdo ver dibujos académicos en la facultad apenas difuminados que eran impresionantes, muy expresivos.

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